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miércoles, 19 de diciembre de 2007

FERMIN SALVOCHEA. PUNTO EN BOCA 30.08.1867


FERMIN SALVOCHEA Y LA LIBERTAD DE EXPRESION

"PUNTO EN BOCA”

Cada cual es muy dueño de decir lo que se le antoje; será capricho, necedad, manía, hasta locura si se quiere, pero yo no puedo remediarlo; nadie me quitará de la cabeza que el don de la palabra es el origen de la mayor parte de los males que nos rodean. Y no se me diga que la facultad de hablar fue, como muchos creen, el regalito de boda que hizo a nuestros primeros padres el Supremo Hacedor, Ni en aquellos felices tiempos había la perniciosa costumbre de hacer regalos, ni Dios pudo pensar en afligir al hombre con nuevas calamidades, cuando por vía de ensayo, o sin duda, y es lo más probable con el fin de irlo metiendo desde chiquito en los trotes de contribuyente, le había sacado una costilla, que es como si dijéramos, la pri­mera contribución de inmuebles. ( broma de Salvochea, que no estamos seguros que en los tiempos actuales sea del agrado de las lectoras mas feministas de nuestra pagina) No ha sido por cierto mal mueble la tal costilla: pero dejemos a un lado los huesos y vamos a lo que importa.
Lo que hubo fue, y no me desmentirán los periódicos de aquella época, que reconociendo Eva su poco mérito, porque en efecto era muy poco como sucede a todo lo que se hace de retazos y deseando sacar algún partido, ¡mujer al fin! echó mano de la serpiente como de un maestro de lenguas, para poder decir cuatro piropos a su marido, quien no tenía todo lo de Salomón, por la sencillísima razón de que Salomón no había nacido todavía. Habló por fin mamá, y engañó a papá. Por esta moda no pasan años. ( Machismo en pura esencia )
Me parece que lo dicho basta y sobra para probar que el don de la palabra no tuvo el preclaro origen que algunos le atri­buyen. Resta saber si desde el paraiso hasta nuestros días ha desmentido su infernal estirpe el supuesto regalito.
De él, como de una plaga, se valió el mismo Dios cuando quiso castigar en la Torre de Babel el orgullo de los pedantes. i De tan atrás viene esa familia! Si lo que allí pasó fue o no de trascendencia, con dar una vuelta al mundo saldremos de la duda. A estas horas no hemos podido entendernos: continua­mos en Babel sin novedad; pero dejemos a las torres porque a ciertas alturas es muy fácil perder la cabeza, y examinemos la llanura que no es tan llana como parece.
Si echamos una rápida ojeada desde la muerte de Abel hasta la revolución de Francia, que, entre paréntesis, es una señora ojeada, siempre hallaremos que una palabra mal dicha o mal interpretada ha sido la causa de todos los disturbios, que han armado al hijo contra el padre y al hermano contra el her­mano y si desde los asesinatos a mano armada pasamos a los que hacen sin armas los podadores del género humano, médi­cos, para que todos me entiendan, no podremos menos de encontrar una palabra sirviendo siempre de escudo, parapeto o muralla real para jugar a mansalva con los que ignoramos la epidémica fraseología de los Hipócrates y de los Galenos.
-Yo no puedo vivir así, dice doña Estefanía a su doctor. El doctor que no comprende la enfermedad sale del mal paso con achacarla a los nervios, y como los pobres nervios no encuen­tran letrado que los defienda, cargan con el meto sin apelación. Doña Estefanía quejándose de los inocentes nervios, va liqui­dando su caja de ahorros mientras el buen doctor rellena la suya con los nervios de doña Estefanía. ¿Que mina del Perú ha dado más plata que los nervios? ( Critica a la ignorancia de las personas y la avaricia de profesionales como los medicos, mas pendientes de llenar sus arcas que de sanar a la enferma )
Serpentea por todas partes otra palabra muy parecida a los vinos viejos. Con cuatro letras, que equivalen a cuatro gotas, se trastornna el cerebro mejor organizado. Tiene treinta y seis gra­dos cubiertos como el mejor aguardiente catalán, y como él, alegra en el primer momento y da sueño enseguida; debilita a unos; a otros enloquece. El número de sus víctimas se cuenta por el de sus prosélitos, y sin embargo, en el sentir de los con­templativos es un destello de la divinidad: este la llama alimen­to del alma: aquel áncora de salvación: para paladares poco delicados, es dulzura. Uno nos la presenta en figura de niño antojadizo, entretenido en agujerear corazones, como si el corazón fuese zaranda o rayador de queso: otro más prudente y menos confiado la pinta en figura de perro perdiguero, y no falta quien crea que es un fantasma para alucinar a los incau­tos; pero en tan confuso laberinto ¿a quién hemos de dar crédi­to? Si me fuese lícito dar mi palotada, no titubearía en decir que la tal palabra calcinada ante todo, debería estar entre los mine­ros botes de un farmacéutico con orden expresa de no despa­char ni un dracma, sino en ciertos casos desesperados, que desesperado y algo más es menester hallarse para necesitar un dracma de amor.
Si desde los males que afligen a naciones enteras damos un salto a los que hormiguean en las casas de vecindad, que no es salto tan mortal como parece, siempre hallaremos los funes­tos resultados de ese don tan ponderado.
Perico el feo, tiene cuatro palabras con Curro el de los rizos, y de sus resultas Satanás cargan con el feo, y los escribanos, que se agarran de un pelo, cargan con los rizos de Curro y con Curro por añadidura. ¡Mentira parece que por cuatro palabras se den a todos los diablos dos amigos!
Encarnación la chata, honra del barrio, cree como artículo de fe, una palabra que le ha dado su Paco, pero bien pronto la honra de Encarnación anda, como su nombre de boca en boca por todo el barrio y se queda la chata con un palmo de narices porque el buen Paco no quiere dar más que palabras. La gente de alta sociedad suele hacer lo mismo que Paco, pero las pala­bras de la alta sociedad son palabras de honor, lo que quiere decir que la alta sociedad tienen otro juego de palabras.
Magdalena la moñona, flor y nata de las esposas dice senci­llamente una palabra a su compadre: el marido la toma por donde quema, y aunque Magdalena llorando más que un Magdalena, jura y perjura que no hay tales carneros, riñen los compadres: la Mañona deja de ser flor y nata, y el esposo carga con otras esposas que la justicia le regala, porque dio un mete y saca a su compadre a consecuencia de la palabra que a la comadre se la antojó decir.
Pues si desde las palabras sueltas pasamos a las frases, hallaremos muchas muy seductoras y muy inocentes a primera vista, pero examinadas detenidamente, pierden de inocencia lo que ganan de seducción.
-Para alquilarme su casa Dos Restituto me exige un fiador,
-dice doña Prudencia a don Clemente-. Querrá Vd. echar una firmita por mí?
Da la casualidad que esta buena mujer que tiene el atrevimiento de llamarse Prudencia, es tía de una linda muchacha de ojos negros, a ninguno se le ocurre que una firma pueda ser más negra todavía. No queda pues, a mi señor don Clemente otro recurso que tomar la pluma y dejarse desplumar por doña Prudencia, quien se queda tan hueca como si hubiese dado con el movimiento contínuo. Bien es verdad, que para una tía esto de vivir por cuenta de los ojos de su sobrina vale segu­ramente algo más que el movimiento por contínuo que sea.
-¿Quiere Vd. pasar el rato? dice don Modesto, a su amigo Daniel: jugaremos un burro. Como el principal papel se cede por política al convidado, jugando con él al burro pasan el rato don Modesto y los compañeros de don Modesto y el amigo Daniel se encuentre sin saber como, en el lago de los leones.
Pues porque estas frases y otras parecidas a estas me hacen temblar, hay quien me llama cobarde.
¡Cobarde yo! Yo no soy cobarde no señor; tengo dadas pruebas de valor, me he casado y por donde quiera que Vd. me busque, encontrará en mí todo un hombre. Si se me dice que el turco baja me quedo tan tranquilo como si bajase, y si el que baja no es turco sino el tres por ciento, yo impasible siempre. Bien es verdad que como nunca he querido trato con infieles, pocas o ningunas relaciones tengo a Dios gracias, no con el turco ni con el tres por ciento.
Pues hábleme Vd. de robos, de calamidades, de miseria, en fin, de cosas de España y ya verá mi serenidad.
-Que viene el cólera.
-¿Se aumentará por esto la contribución? ¿no? Pues que venga cuando le de la gana.
-Que hay sarna.
-Eso es precisamente lo que nos hace falta, sarna para rascar.
-Que se susurra algo de hambre.
-Me parece muy bien; yo estoy por la igualdad. ¿Donde hay paciencia para sufrir que este grito estomacal sea privilegio exclusivo de cesantes y de exclaustrados? No señor, nada de prerrogativas. El hambre no debe ser patrimonio de ninguna familia ni persona.
-Que se suena algo de peste.
-Son ya tantas las cosas que a mí me apestan, que por una más o menos no he de andar con melindres.
-Que murió doña Tecla.
-Tanto mejor; ya dio en la tecla su marido.
-Que no hay una peseta.
-Ni un cuarto tenía Noe y llegó a ser naviero.
Pues un hombre de mi temple, un hombre que sin lisonja, pudiera pasar por un Napoleón, se echa a temblar como un chi­quillo cuando oye decir ... pero no, lo oiga yo.
No asusta un toro a Ponce y se quedarla tamañito si oyese el trompetazo precursor de la innoble media
luna. Perdóneme el señor Abdul Khan segundo. No intimidan las balas al militar aguerrido y palidece ante una orden de reemplazo. No causan pavor a una doncella las acechanzas de cien amantes gavila­nes, y la sola idea de morir con palma le hace aborrecer. .. hasta los dátiles. Pues una cosa muy parecida me sucede a mi cuando me dicen: mono no mío tan dulce y tan seductor ¿Sabes tu lo que cuesta en estos tiempos llegar a merecer el nombre de monono? Monono mío en boca de una mujer es un compendio de las plagas de Faraón, es el sistema tributario al daguerreotipo. ¿Que letra a la vista, que pagaré vencido, que papeleta de apremio apremia tanto como un monono mío?
Quiera dios que llegue un día en que los gobernantes y gobernados se convenzan de que siendo el don de la palabra la causa de todos los males que nos afligen, no queda más recurso que levantar una nueva bandera que lleve por lema, PUNTO EN BOCA
F.S." (Revista Gadítana, 30 de agosto de 1867).





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